Madrid , 27 de diciembre de 1870,el general Prim se dirigia a sus aposentos en el Ministerio de Guerra, actual Palacio de Buenavista,cuando dos carruajes les cerraron el paso.Los vehículos estaban desplegados en el centro de la calle del Turco, con lo que el cochero tuvo que detener la berlina. Desde los otros carruajes descendieron tres hombres armados. “Bájese usted, mi general, que nos hacen fuego”, le dijo Moya(su ayudante) que iba sentado en el asiento delantero. La advertencia fue inútil, en milésimas de segundo el carruaje fue rodeado por los asaltantes, que dispararon a bocajarro. Los vidrios de la berlina estallaron en mil pedazos y uno de los agresores aprovechó para introducir su arma en el interior del carruaje. Aunque el ayudante personal de Prim intentó protegerlo, el general recibió al menos ocho detonaciones, quedando herido su rostro, una mano y un hombro. Nandín(secretario personal) también fue herido por los trabucazos. La emboscada duró apenas unos minutos, pero las consecuencias fueron funestas: cuando el conductor pudo reaccionar asestando un latigazo a los caballos, Prim estaba malherido.
.Aquel hecho varió el rumbo de las cosas de tal forma que seguramente la España en la que hoy vivimos sería otra. Ni mejor, ni peor, simplemente otra.
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Estrangularon a Prim
A Prim lo estrangularon. Costó una fortuna contratar a los distintos asesinos a sueldo que lo esperaban para liquidarlo hasta por tres itinerarios distintos. Del sumario del asesinato desaparecieron miles de documentos. No hubo juicio. El siglo XIX fue tiempo de intrigas, pasteleos, conspiraciones, ocultamientos, tergiversaciones. Menos mal que nada de eso pasa ahora.

